Quizás una de las cosas que recuerdo y que nunca se me van a olvidar es la primera vez que dijeron mi nombre. La sensación de miedo, intriga y a la vez de respeto es complicada de describir. Lo que muchos no entenderéis es que a pesar de todos esos sentimientos encontrados nunca dejé de querer saber más sobre esas voces.
PERO ANTES DÉJAME EXPLICARTE PORQUE EMPECÉ CON ESTO…
Nadie quiere que la muerte llegue, nadie quiere ni siquiera pensar en que un buen día, madre o padre, dejen este mundo, a veces con la mala suerte de no poderse despedir de ellos.
Pues resultó que un día de lluvia me toco a mi, una llamada fatídica concluyó con el final que nadie quiere empezar, mi madre falleció.
Pasaron meses y pasaron cosas que hicieron que entendiera algo: Si mi madre desde algún lugar estaba dando pequeñas señales, no seria yo quien no abriera mi mente de nuevo. Porque aunque no lo creas querido lector, «Siempre hay alguien que escucha».
CON SIETE AÑOS
Hacia años que había dejado el misterio, las psicofonias y el mundo misterioso que nos rodea de lado. Porque esto en realidad empezó cuando tenia siete años.
Era un niño que vivía con su madre y padre en el campo a 2 kilómetros de el pueblo más cercano. Me pasaba muchas tardes jugando solo y viendo la tele.
Un buen día mi padre me regaló una grabadora para poder jugar. Ese aparato me encantaba, podía grabar y regrabar situaciones, voces, risas y momentos para poderlos escuchar más tarde. El mejor regalo que se le puede hacer a un niño de siete años junto a una cámara de vídeo.
La cámara nunca llegó, al menos a esa edad, pero con la grabadora de voz era más que suficiente.
Y el verano llegó. Y con ello las tardes en las que el sol tardaba en ponerse. Las tardes en las que mi madre y yo nos sentábamos a escuchar la radio jugando al parchís.
Y UN BUEN DÍA LLEGÓ EL PROGRAMA QUE LO CAMBIARÍA TODO…
En una de esas tardes de agosto alrededor de las ocho pusimos la radio y nos topamos con un programa de misterio. El programa, en ese momento de reposición, hablaba de cosas misteriosas, cosas que a mí por aquel entonces y siendo un niño curioso me encantaban y a mi madre por descontado que también.
Desde entonces tuvimos una cita todas las tardes, escuchando atentos como la radio nos trasportaba a otros mundos.
Fueron tardes difíciles de olvidar. Tardes que sin apenas nada, sin Internet, sin teléfonos móviles, solo con una radio, un programa de misterio y la mejor compañía que puede tener un niño, su madre.
A PARTIR DE AHÍ JUGAMOS «A CAZAR VOCES»
El programa nos enseñó infinidad de historias, pero las que más me marcaron fueron las voces que se podían grabar con una grabadora normal. Y yo casualmente tenia una…
No tardamos mucho en hacer pequeños «experimentos» de dejar la grabadora dentro de casa grabando para ver si recogía algo que nos pudiera asombrar. Después nos poníamos a escuchar para ver el resultado. Nunca supe si en esas cintas se captó algo con sentido y real. Pero en realidad tampoco me importaba mucho, porque la única voz que quería escuchar la tenia justo enfrente.
Y ese es, en realidad, el principio de mi misterio.
PRESENTE 2019
Este año después de mucho tiempo y casi como una especie de homenaje, recuperé mi grabadora «Olimpus» y me puse a grabar el ruido ambiente de mi habitación, sin nadie, sin nada, solo yo.
No tardó mucho en suceder algo que lo cambiaría todo, algo que es tan personal que no puedo contar ahora. Algo que hizo que yo mismo entendiera que quizás a veces somos demasiado «racionales».
Al final te das cuenta que hay veranos que lo cambian todo y situaciones que reviven lo que creíamos olvidado.
Ahora solo puedo decir: Bienvenidos, Bienvenidas a Expediente Spirit!
Deja una respuesta